No…
Ni princesa ni bruja. Ni heroína ni sirviente.
Te quiero a ti.
Con tus dedos largos y tu cabello rizado. Con tu sonrisa difícil y tus tenis multicolores. Con tu piel blanca y los collares que contrastan con ella.
Con tu sinceridad y esa compleja sencillez que me asombra y hace enmudecer. Con tu experiencia y sabiduría. Sin esos clichés trillados de femineidad.
¿Porqué habría de conformarme con menos? Con menos besos, menos abrazos, menos palabras.
¿Debiera acostumbrarme a vivir sin tus ojos y ese pestañeo que abanica mi frustración?
No busco a Joan d’ Arc. Ni a Marie Curie. Ni a Cenicienta ni a la niña que atiende el bar de la esquina. No pretendo repartir caricias, ni besos, ni miradas.
Mi empeño está en tu boca, en tu latido, en tu humedad.
Si supieras. Si comprendieras.
Tampoco soy el príncipe. Ni el héroe. Tan poco soy. Pero eso lo doy. Ese soy.
Tuyo.
Eso soy.