SALIR DEL CLÓSET A MITAD DE SEMANA.
Inicio este texto con una declaración. “Soy ‘buga‘”.
Listo. Puedo continuar.
Quizá usted, lector, lectora, no maneje el término – al igual que yo no lo manejaba hace poco más de un año. “Buga” es una persona cuya preferencia sexual está dirigida hacia las personas del sexo opuesto. Un heterosexual, pues.
Y hoy quisiera compartir con ustedes un asunto tan escabroso para “las personas de buena conciencia” como lo es la diversidad sexual. Pero como creo que la reputación de mi conciencia está a buen resguardo con ustedes, lectores de amplio criterio, me arriesgaré.
A inicios de noviembre fui invitado a la presentación, en Puebla, de un suplemento informativo electrónico; “Reversible”, se llama. Y su ambicioso objetivo es convertirse en un espacio cultural y de intercambio de ideas en la internet.
Cualquier foro donde fluya la opinión informada de gente inteligente sobre algún tema debería siempre ser bien recibido por la sociedad. Al menos teóricamente. Pero la realidad es que en México no sucede así.
Porque lo realmente interesante es que “Reversible” está dirigido por, y para, personas de la comunidad LGBTTTI (aquí tenemos otro término interesante; Todas esas letritas son el acrónimo para “Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales, Trangénero, Travestis e Intersexuales”, o algo así).
Y lo triste de la situación es que en mi país las personas son discriminadas por sus preferencias sexuales. Bueno, también he aprendido que la gente puede ser rechazada, minimizada o atacada (asesinada, incluso) por esa razón – y miles más – algunas tan estúpidas como el color de la piel o la forma en la que visten.
Ahora, debo confesar que durante mucho tiempo tuve una adversión a lo que era diferente a mí. Desde el punto de vista tradicionalista de una cultura que prefiere tachar de malo o nocivo aquello que no es “lo normal”, no es dificil comprender la manera en que uno se puede volver verdugo de aquello que es diferente. Desgraciadamente es algo que tenemos muy arraigado socialmente.
Nuestros abuelos, nuestras madres y padres, nuestros mayores – esas personas cuya figura veneramos y debemos respetar – siempre nos “aconsejan” apartarnos de aquello que no se encuentra dentro de los estándares de normalidad. Todos hemos escuchado, de alguien que nos aconseja, una frase del tipo “No te juntes con ese muchacho, que parece delincuente”, o “Esa muchachita no es de tu clase social, así que evítala”. Y uno sigue la costumbre.
En lo personal, creo que uno, como hombre heterosexual, también tiene una “salida del clóset” en lo relativo al tema de la diversidad sexual. En una cultura donde la normalidad es que el varón deteste al homosexual, la aceptación de que existe una diversidad sexual diferente a la propia tiene que ser voluntaria y pública. Conozco a varios que son de mente muy abierta cuando están frente a un gay, pero que cuando están con sus amigos heterosexuales son “machitos intolerantes”.
Y, lector, lectora, es una desgracia que aún hoy en día se consideren las diferencias de una persona – en cualquiera de sus presentaciones – como una desventaja o un defecto.
El punto es que la valía de una persona – o la validez de sus ideas – no puede ser medida por sus preferencias sexuales. Es como decir que soy menos por que me gusta la gelatina sabor fresa y no la de vainilla.
Así que, lectores de la comunidad LGBTTTI, no me discriminen por ser buga. Yo me declaro públicamente simpatizante de la comunidad. Y bienvenidas sean todas las buenas ideas, las buenas letras y las buenas intenciones para este país. Bienvenidos todos los espacios como “Reversible” que brinda frescas nociones, comenzando con las de igualdad para todos, todas y “todes” – como dice Natalia Anaya, para no discriminar a nadie.
No solo es cuestión de tolerar, amigos, amigas… es cuestión de aceptar que las diferencias existen y que, seamos como seamos, somos, antes que todo, seres humanos.
Veremos.
