La Retórica de lo Trivial XXIV. Por Rogelio Rivera Melo
1230. Nueve de mayo. 2012.
De vez en cuando asisto a las bibliotecas públicas. Es un lugar excelente para estar consigo mismo. Con ese silencio que uno solamente encuentra en los lugares sagrados. Capillas, cementerios y bibliotecas. No hay distracciones. Ahí uno puede ser y estar.
En los tres lugares hay presencias que van más allá de lo físico. Las imágenes santas en las iglesias, los sepulcros en los panteones y los libros en las bibliotecas.
Una de las cosas que siempre me ha llamado la atención es recorrer los anaqueles de una biblioteca, encontrar un libro, abrirlo y ver que nunca lo habían tomado. La ficha de préstamos vacía. Sin rastros de lector.
Como un niño abandonado en la calle. Como una tumba a la que nadie le pone flores. Como un santo al que nadie le reza.
Confieso que he «adoptado» libros de las bibliotecas públicas. Como si fueran un perrillo al que nunca nadie les tira un hueso.
Verlos ahí, acomodados, con las tapas selladas a las hojas. Como alimento de ratones y cucarachas… Me da pena.
Así que los llevo conmigo… No los secuestro… Los adopto para luego liberarlos.
Mea culpa.
12:48
Aaaaah muy bien, ves sólo unos minutos del día y listo cumples con tu palabra y creeme que con nuestras expectativas, lo haces muy bien felicidades.
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Confesiones de 15 minutos.
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¡Eso que haces con los libros debería formar parte de una campaña para promover la lectura, me ha encantado! Por cierto si de casualidad vuelves a liberar un libro de Eco no olvides pasar el mapa con coordenadas y todo jejeje Saludos
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