Por Rogelio Rivera Melo
Hoy es miércoles, 11 de Julio de 2012. Es tu cumpleaños. Es increíble ver como han pasado 10 años desde esa fría mañana en Ensenada en que te conocí. Cuando te vi por primera vez, eras un humanito perfecto. Con mucho pelo, eso si. Y tus ojazos grises. “Un muchacho muy guapo”, pensé al verte.
Creo que últimamente no hemos tenido mucho tiempo para platicar, ¿verdad? Pero no quiero que eso nos impida continuar con la relación que tenemos, tú y yo. Esa complicidad que no comparto con tus hermanos. ¿Te acuerdas cuando salíamos a correr por el deportivo, porque ellos son muy malos deportistas? ¿O cuando subimos a la pirámide más alta por que a los demás les da miedo las alturas?
Quizá puedan decirme que aún eres joven para comprender muchas cosas. Pero sé que entenderás lo que quiero decirte… Incluso cuando eras un bebé, tenías una comprensión mucho mayor a tu edad. No hablabas pero todo lo analizabas. Todavía lo haces. No pierdas esa característica tan tuya de querer saber – de preguntar todo, de buscar si algo se puede desarmar para ver lo que hay dentro.
Siempre busca la verdad. A veces ésta se encuentra en lugares desconocidos. Y sé que eso es lo que a ti te encanta. En ocasiones tendrás que preguntar una y otra vez – aunque los que deben contestarte se enojen. Solo ten cuidado, en tu afán de descubrir el mundo, de no meter los dedos en los ventiladores encendidos o de acercarte a los lugares donde te puedas quemar. Si tienes que hacerlo, prepárate para ello. Ya sé que no te gusta leer mucho, pero en los libros puedes encontrar mil maneras de hacer algo. La lectura es una de las mejores maneras que existen para preparar una aventura y que salga bien.
Aprende a cuidarte. ¿Te acuerdas la vez que te lanzaste por la tirolesa cuando apenas eras un “chiquito”? Ibas bien amarrado, ¿verdad? Está bien arriesgarte. No dejes que los demás – ni siquiera tu padre – te detengan. Si hay algo que crees que debas hacer, hazlo. Pero mide los riesgos. ¿Qué pasaría si uno quiere escalar una montaña sin cuerdas de seguridad? Es posible. Ya varias personas lo han hecho. Sé que tú podrías hacerlo si quisieras. Pero si lo haces, cuídate. Las buenas aventuras no acaban en el hospital, lo hacen en un festejo con la familia.
Comparte tus cosas. En esta vida es importante no ser egoísta. Sé que con tantos hermanos es difícil no TENER que compartir las cosas. Y sé que muchas veces has tenido que prestar TUS cosas a los demás. Pero eso no te hace un mal, hijo. Al contrario. Comparte todo lo que tengas. Comparte tu éxito y tu felicidad, pero también comparte tu dolor y tus penas. Tu mamá, tus hermanos, tus abuelos y yo, siempre te escucharemos. Sé que te cuesta mucho trabajo decir lo que sientes y que prefieres guardar silencio. Pero piensa que hay muchas personas que te quieren y que con gusto te ayudarán a sentirte mejor. Por que nos encanta verte reír. Escuchar tus carcajadas es contagioso. Comparte tu risa y tu amor. Pero también tus problemas y lo que te agobia.
Estoy orgulloso de ti, Daniel. De tu ingenio, de tu fuerza (me encanta ver cómo puedes hacer 10 levantamientos de tu propio peso o escalar un poste de luz solo con las manos), de tu inteligencia y de tu manera de ser. Eres un gran niño. Prepárate para ser un gran hombre. Y el mundo necesita que los hombres grandes hagan su parte. Es una gran responsabilidad, ¿sabes? Pero no te lo pediría si supiera que no puedes hacerlo.
Sé que tienes muchos sueños – algunos de ellos son geniales. Sé que quieres ser el dueño de un hotel en la playa, que tu hotel tendrá un restaurante de primer nivel donde serás el chef. Sé que lograrás todo aquello que te propongas (No por nada eres hijo de tu padre). Pero quiero pedirte dos favores muy grandes. El primero: Quiero que seas feliz. A costa de todo. Que esa sonrisa que tienes hoy, esté ahí en diez años más. Y en veinte. Y en cincuenta. Y que cuando estés viejito, así sin dientes y arrugado, tus nietos te vean y digan “¡ah, que feliz es el abuelo!” El segundo favor: Cuando tengas tu hotel, quiero una suite para pasar el invierno.
Cumple tus sueños, Daniel. Cuentas conmigo para ayudarte, con tu madre para que te escuche y te dé su consejo, con tus hermanos para apoyarte y molestarte (son tus hermanos; los hermanos siempre molestan, eso ya lo sabes). A los amigos debes escogerlos sabiamente, ellos serán tu deleite en tiempos de diversión y tu guardia en tiempos de peligro. Y también tienes a Dios. No te olvides de eso nunca. Se agradecido, hijo, con Dios, con tus amigos, con tus hermanos, con tu madre y tu padre. Con tus tíos y tus abuelos. Con todos aquellos que hacen algo por ti. No los olvides. Un hombre que agradece jamás estará solo. Recuérdalo siempre, no olvides a quienes están a tu lado.
Marco Daniel. Te amo. Y te doy gracias por que me has enseñado tantas cosas. Y sé que aún viviremos mil aventuras. Todavía tendremos que subir muchas pirámides y montañas – y si los demás no quieren ir contigo, sabes que tu padre estará ahí. Para demostrarte que todavía eres un “Nene de Maternal 1” (aunque tengas 70 años y se te hayan caído los dientes).
Con todo mi amor.
Tu papá.
