Jamás pensé que tendría que llamar al 911 para informar que mi padre se había perdido.

Comenzaré este texto diciendo una sola cosa: Gracias, Bear Grylls. Gracias a todos los que sacrificaron su domingo por la noche para encontrar a mi papá y a su mujer.
Siempre dicen que las malas noticias tienen alas.
No estoy en México. Llevo una semana fuera de mi país y durante esta ausencia del territorio nacional han sucedido un par de cosas trascendentales:
1. En la última semana murió José José – uno de los intérpretes más queridos en mi país por las letras lastimeras de sus canciones, con las que nos hemos identificado todos (completamente todos) los mexicanos – y algunos extranjeros.
2. La segunda fue algo más terrenal, pero más personal. A las 1802 horas del domingo 29 de septiembre recibí una llamada desde México del cuñado de mi padre: «estamos muy preocupados porque tu papá y su esposa están perdidos«.
¿Qué es lo primero que uno piensa cuando escucha esa frase en México? El país con uno de los índices más alto de desapariciones forzadas en todo el mundo. Yo pensé: ya valió.
«¿Cómo que ‘perdidos’?»,pregunté.
Y empieza el «teléfono descompuesto».
Reporte inicial: «A las 1732 recibimos una llamada de la esposa de tu papá, nos dijo que se separaron del grupo con el que estaban haciendo campismo en el parque nacional Los Dinamos. Y están perdidos. No encuentran a los demás. Casi no tienen pila en el teléfono y no saben hacia dónde ir. Nosotros estamos muy preocupados y no sabemos qué hacer».
Recuerda respirar tres veces, Rivera Melo, antes de tomar una decisión importante.
«Antes que cualquier otra cosa, es primordial llamar al número de emergencia y reportar el hecho a la policía o a los guardabosques para que los busquen. Yo no estoy en México, pero hay que proporcionar los datos, la última hora de contacto, los pormenores a las autoridades. Es básico que digan que hay adultos mayores y niños entre los perdidos para que actúen con rapidez. Ésto lo tienen que hacer ustedes para solicitar la implementación de un protocolo de seguimiento y seguridad.«
Y entonces, se estableció en pleno Manhattan, el Centro de Mando de la Fuerza de Tarea Encuentren al abuelo Rivera Melo.

¿Qué más puede hacer uno a kilómetros de distancia? Llamé a mi hijo mayor, quizá él tuviera contacto con mi hermano a través de las redes secretas que los jóvenes siempre mantienen. Luego hice una llamada a mi tía y a mi hermana.
1900 horas, segundo reporte del cuñado de mi padre: «Tu hermano – el otro perdido – ya hizo una llamada a los servicios de emergencia. Pero no sabemos nada más«.
Mientras mi tía también llamaba al 911 para reportar el hecho, mi hermana se puso a buscar los reportes de personas extraviadas en el parque nacional Los Dinamos. «Hay gente a la que han encontrado después de una semana de haberse perdido». Esa es la actitud, sis.
Mi mamá nos informó que durante todo el día la lluvia y las bajas temperaturas habían estado haciendo estragos en la ciudad de México. Ojalá el ingeniero hubiera llevado chamarra.
2000 horas. Dos horas después del reporte inicial, aún no teníamos información. El ingeniero Rivera Melo estaba perdido y no sabíamos nada de él.
Hablando con mi hijo sobre el episodio, en un momento tuve que soltar la carcajada por lo bizarro de la situación. «¿Por qué te ríes?, me preguntó. «Pues ni modo que me ponga a llorar«.
Llamada y mensajes van y vienen. Y nada.
Hasta las 2205 me escribe mi tía: «me llamó tu hijo; a través de los contactos en Instagram de Ricardo, logró comunicarse con una de sus amigas. Ya los encontraron«.
A las 2213, mi hijo me notifica que ya los encontraron. Después esa llamada, el cuñado de mi padre me dice que los del 911 no le quieren dar información sobre el paradero de los extraviados por no ser familiar directo, pero que ya están fuera de peligro y en valoración médica.
Todos suspiramos de alivio.
A las 2241 nos llegó un mensaje de WhatsApp: «Ya aparecimos».
Y luego la foto. Con el disfraz de «Chicken Wrap».

Las declaraciones posteriores de mi papá:
«Buscamos un refugio para pasar la noche. De algo me sirvió ver al inglés ese, bueno para nada, que hace supervivencia, ese de las fuerzas especiales«.
«Lo mejor fue cuando empezamos a escuchar las sirenas. Ya la hicimos, dije».
Así que gracias, Bear Grylls. Y gracias a los policías, a los de Protección Civil y a los comuneros del parque nacional que buscaron y encontraron a mi papá un frío y lluvioso domingo de septiembre en 2019.
«Son cosas que tienen que hacerse. Ni modo que me quede como viejito con una cobijita en los pies», me dijo mi viejo hace un rato. «A poco tú a mi edad vas a estar todo pasita en el sillón de tu casa».
Y pues tuve que darle la razón.
* * * * * *
Texto original: Rogelio Rivera Melo.
Fotografía: Protección Civil de la Ciudad de México
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