Las golondrinas del sótano son como los trabajadores asalariados del sistema…

Amanecer en el Sótano de las Golondrinas
El Sótano de las Golondrinas es una caverna ubicada en el municipio de Aquismón, en San Luis Potosí. En ella habitan muchas – adivinaron – golondrinas. Pero adivinaron mal porque en realidad son vencejos – una clase de ave muy parecida a las golondrinas.
Todos te dicen que tiene 512 metros de profundidad y un diámetro de casi 60 metros, pero hay cosas que nadie te cuenta, así que escribí este texto sobre las cosas que me sorprendieron cuando visité esta maravilla de la naturaleza.
1. Si quieres ir a ver algo más que un hueco en la tierra – lo ideal es observar el momento en que las aves salen en parvada desde el interior de la cueva, ya que es un espectáculo natural impresionante – tienes que madrugar.
Para llegar a tiempo hasta el lugar donde está el sótano hay que despertarse temprano – o acampar en las inmediaciones del mismo.
Ahora, despertar temprano no garantiza que seas testigo de algo. Las «golondrinas» no tienen palabra. Aunque el horario más común para su salida es de siete a nueve, hay días que no salen en parvada y en otros ni siquiera se dignan ascender a la superficie. Así que uno se despierta a las cuatro de la mañana, llega a Aquismón a las cinco, sube la montaña a las seis, baja los 632 escalones hasta la boca del sótano y espera a que los pajaritos salgan – si salen – hasta las nueve. Y no hay garantías ni devoluciones.
De eso se trata el asunto.
2. No va a ser cómodo. Hace frío y la espera es interminable. Sobre todo si despertaste temprano y no has comido. Está prohibido llevar alimentos a la reserva natural, así que de preferencia traten de ingerir algo antes de llegar. Un café caliente va a servir para entrar en calor. Y no hay un lugar habilitado para esperar a los pajarillos. Aunque sí te puedes sentar en las «comodísimas» rocas calizas y basalticas que hay en el sitio. A la espalda y las nalgas les encantará.
3. Lleva efectivo. El frío y la espera hacen magia. El café caliente que bebiste para entrar en calor se va a convertir en ganas de orinar. Y orinar cuesta. 5 pesos. Hay que llevar monedas.
4. Además de vencejos – golondrinas impostoras – en el abismo viven muchos loros. Una variedad de cotorros verdes muy simpáticos que se la pasan cotorreando. Es más fácil verlos a ellos que a las golondrinas. Esos salen y entran a la hora que quieren, andan en parejas y nadie los molesta.
5. Hay que ser prudentes. Uno no debe hacer ruidos raros para que las aves no se espanten. No vaya a ser que escuchen a un turista gritándole a su modernísima cámara «GoPro, toma foto» y se decidan por no salir. Pinches pájaros tan delicados… Y pinches turistas.
6. Somos afortunados por poder presenciar algo así. Y no sólo me refiero a los miles de pajarracos saliendo de un hoyo en la tierra, sino poder mirar el horizonte mientras amanece, escuchar a los loros parlotear en la selva, sentir el calor sofocante del sol al subir los escalones que bajamos de madrugada, con la vejiga llena y que los vendedores no tengan cambio cuando les pagues por un espacio para orinar. Sí, somos afortunados de vivir en México.
Y, por último, después de visitar el Sótano de las Golondrinas no volveré a ver a los trabajadores asalariados del mismo modo. Ellos son las golondrinas del sistema: tienen que entrar a trabajar a un horario determinado, hay muchas personas que están supervisando su actividad y se enojan si no la realizan de acuerdo a lo que «se espera que hagan» y muchas otras cobran por lo que ellos hacen. Y aunque las verdaderas estrellas del show son las golondrinas, ni siquiera golondrinas son.
En conclusión, yo quiero ser loro y no una falsa golondrina.
Hoy toca otro recorrido. A ver qué aprendemos.
Veremos
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Texto y foto por Rogelio Rivera Melo