Una conmovedora historia verdadera que demuestra que el altruismo entre colegas – incluso entre filósofos – es algo posible.
Vagón del Metro. Línea 2. Estación Hidalgo.
Se sube al tren un hombre para vender un libro. A través de su megáfono comienza a pregonar: «Este es el Bhagavad Gita, antiguo documento escrito en sánscrito… Bla, bla, bla… La sabiduría de los maestros de la India… bla, bla, bla… Lo leyeron Gandhi, Schopenhauer, Osho, Paulo Coehlo… Y ahora sólo faltas tú.»
Frente a mí, otro joven lee «La conducta de los animales» de J.D. Carthy.
El lector voltea a ver al vendedor con ojos ilusionados. Éste se da cuenta y le pasa el libro, diciéndole que si le interesa cuesta veinte pesos.
La desgarradora respuesta del lector que devuelve el volumen: «Híjole, máster. Los que pasa es que estudio filosofía y no tengo dinero».
«¡No me digas!», el vendedor le vuelve a pasar el libro. «Yo me gradúe de filósofo hace cuatro años, colega. Quédatelo. Te lo regalo».
El próximo filósofo se quedó con el libro… Y, con él, se quedó también una cara de desilusión que no lo abandonó ni siquiera cuando bajó del tren.
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Texto por Rogelio Rivera Melo.
Sazz!! Jaja … La filosofía no deja bienes, solo bienes en el ser, dudas aclaradas, y nuevas dudas nacientes.
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Es de esas historias que al final no sabes si te ríes o te conmueves o hasta te da lástima. Hace muchos años, cuando estaba en la universidad, me hacían mucho estos comentarios… yo mismo me hice a la idea de construir una realidad diferente.
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