Echarle huevos para triunfar no es una mala recomendación. En este país todos le echan huevos porque todos quieren ser exitosos.

Me llega un mensaje por Whatsapp.
«Favor de hacerlo extensivo a todo el personal«, dice el encabezado de una foto. La envía el jefe de mi departamento desde México.
La imagen muestra un documento impreso en papel fino, de esos que traen filigrana y todo. Debo ampliarla para ver qué es lo que dice.
Una calurosa felicitación al director general de la empresa en la que trabajo por un proyecto del que estuve encargado por un par de años y que recién terminamos con muy buenos resultados.
La envía el director general anterior, uno dejó el puesto hace cuatro años, pero que sigue al pendiente de los avances del negocio.
Mi jefe me escribe después: «Hasta allá llegan las olas de un trabajo bien hecho. Felicidades«. Se me hace un buen detalle de su parte.
Reúno a la gente que está acá para expresarles la gratitud y el beneplácito que llegó vía electrónica. «Eso es lo que se logra cuando se le echan huevos a la chamba«, comenta uno de mis compañeros más jóvenes.
«Echarle huevos para triunfar«, reflexiono. No es una mala recomendación. Lo que le faltó decir es que en este país todos le echan huevos. Todos quieren ser exitosos.
«Faberge, mis hijos», les digo como despedida. Me miran con desconcierto. Podría dejarlos así, pero lo pienso mejor y antes de salir del cuarto, remato: «Sí, hay que echarle un chingo de huevos, pero no Bachoco. Faberge«.
Espero que aprendan la lección.
#LeccionesDeLaVida.