Por Rogelio Rivera Melo.
A lo largo de los siglos, los Estados Unidos de América han declarado la guerra a otros países por ataques a sus intereses nacionales. ¿Existe la posibilidad de que México sea el siguiente caso? No sería la primera vez. En enero de 2017, dicen que jihadistas entrenan en México para atacar territorio estadounidense.
Si nos remontamos en la historia, el joven país Estados Unidos de América (fundado en 1776, después de declararse independiente de Gran Bretaña) ha declarado la guerra a otros países en varias ocasiones.
La primera vez que lo hizo fue en la llamada guerra México-Americana de 1847, que Estados Unidos declaró a México debido a los conflictos territoriales en la frontera este de ambos países. El 18/o. presidente estadounidense, Ulysses S. Grant, quien luchó en en esa guerra como teniente en el ejército del General Taylor, declara en sus memorias personales – escritas en 1885) que el objetivo principal del avance del ejército estadounidense hacia el río Grande fue un movimiento intencional para provocar el inicio de las hostilidades sin atacar primero, como una estrategia de la política Monroe – «América para los americanos» – seguida al pie de la letra por el entonces presidente James Polk. Y sí. Los Estados Unidos comenzaron a crecer en influencia mundial y en territorio a costa de los estados desunidos mexicanos.
Poco después, en 1858, los alcances de los Estados Unidos se extendieron hacia el cono sur del continente americano. En ese año, declaran la guerra a Paraguay y envían una expedición punitiva a ese país para demandar una indemnización y una disculpa del gobierno paraguayo por haber realizado disparos en contra del navío estadounidense USS Water Witch. En ese momento comenzó lo que los gobiernos mundiales llaman la política de la «Diplomacia del Cañonero» – es bueno ser un diplomático competente, pero lo mejor es tener los cañones más grandes- a la que recurrirían los Estados Unidos varias veces más durante su historia.
Curiosamente, los «enemigos» de los estadounidenses tienen una debilidad por atacar sus barcos de forma por demás sospechosa – y éstos por declarar la guerra como receta curativa para esos ataques: en abril de 1898, declaran la guerra a España por una explosión ocurrida a bordo del USS Maine ocurrido en Cuba. Con el tiempo se ha descubierto que este ataque pudo haber sido autoprovocado. Pero en ese momento, este evento desencadenaría el control de los E.U. sobre la isla del Caribe y sobre Filipinas.
En 1916, los estadounidenses vuelven a invadir México, envían al general Pershing a buscar a Pancho Villa, quien tuvo el atrevimiento de llevar a cabo una incursión en el país del norte. Luego, en 1917, la flota estadounidense se aparece otra vez por el puerto de Veracruz, desembarcando. También estuvieron a punto de desembarcar en Tampico, Tamaulipas, pero el presidente Carranza ordenó que si los gringos ponían un pie en tierra, se destruyeran todos los pozos petroleros del área.
En 1941, los japoneses atacaron la sede estadounidense de la Flota del Pacífico en Pearl Harbor, Hawaii. Muchos historiadores dan por hecho que el gobierno de Roosevelt sabía del ataque con antelación, permitiendo que sucediera para dar un pretexto que permitiera – sin atacar ellos – a los E.U. declarar la guerra a los países del Eje. Así sucedió.
En 1964, en el Golfo de Tonkin, dos navíos estadounidenses, el USS Maddox y el USS Turner Joy, fueron «atacados» por fuerzas – dos chalupas – vietnamitas. Resultado: declaración de guerra. Incluso la Marina de los Estados Unidos ha tenido serios problemas para demostrar que los buques fueron atacados.
En 2001, después de los eventos del 11 de Septiembre, se declaró la guerra al terrorismo jihadista que inició en Afganistán, y que ha pasado por Iraq, Libia, Siria, Egipto, Turquía, Ucrania y muchos otros países.
Y luego, en enero de 2017, a 20 días de la llegada del presidente Trump, ese que ha prometido volver a engrandecer a Estados Unidos, aparece un informe de agencias de aplicación de la ley de México y Estados Unidos en el que se asegura que existe una alianza entre un grupo jihadista y un cártel de tráfico de drogas en el estado de Nuevo León. Las fuentes indican que ambas organizaciones están colaborando para llevar a cabo ataques en ciudades estadounidenses a lo largo de la frontera con México. Como parte del plan, los extremistas islámicos han ido reuniéndose en la ciudad de Monterrey.
Según el documento, informantes pertenecientes al cártel han dicho a las autoridades que «solamente están esperando las órdenes para llevar a cabo ataques simultáneos… en los Estados Unidos», y que incluso llevan a cabo actividades de entrenamiento en México.
¿Ustedes creen que los estrategas militares de los Estados Unidos no cuentan con un plan para invadir México? Quizá lo único que necesitan es un pretexto para «Make America Great Again»…
Bienvenidos a la era Trump.
Veremos.
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