Toda victoria debe ser una derrota. Las competencias más exigentes no son para vencer a otros, sino para derrotarse a sí mismo.
Se gana y se pierde.
Cuando se gana, se aprende a ser humilde en la victoria. Porque la humildad del ganador es la muestra más absoluta de grandeza. Cuando se pierde se aprende de la derrota. Porque la experiencia de verse superado es el aliciente más grande para el crecimiento. Al ganar perdemos, pero al perder, ganamos.
Y se compite porque aunque se pierda, siempre habrá otra oportunidad para ganar.
Y en eso radica la grandeza de la competencia.