Hay alimentos que pertenecen a una clase específica: Esos que solamente se disfrutan una vez al año. Debo confesar que mi favorito – por mucho – es el pan de muerto, pero también disfruto de la Rosca de Reyes – esa dona gigante que se adorna con frutos secos y se rellena de muñequitos plastificados que representan al niño Jesús nacido en Belén.
No sé en sus naciones, lectores, lectoras, pero en México, la tradición indica que aquel que encuentre un chavito dentro de su rebanada tiene dos opciones: se lo traga o colabora en la comilona de tamales del 2 de febrero.
Pues así las cosas… este año – como todos los anteriores – comeré rosca. Lo que me preocupa es que no sólo será una. Apenas son las 2 de la tarde del viernes 4 de enero y ya he asistido a dos «partidas»… Y las que faltan… Calculo que, de aquí al domingo 6, habré subido un par de kilos.
Pero que eso no nos detenga. Uno de los propósitos es reducir el volumen que ha producido todo lo consumido durante diciembre… Así que si desea invitarme a departir pan con chocolate. Acepto. Es mi deber como amigo ayudarle a distribuir equitativamente todos esos kilos potenciales de este fin de semana… Y si no… pues allá usted.
Feliz fin de semana engordador.
Veremos.
