Cuando una sociedad se basa en las necesidades de parásitos que, escudados en el Bienestar del Pueblo, esperan ser atendidos por otros, la misma sociedad destruye a quienes los atienden, y con esa destrucción, las rémoras no tienen modo de sobrevivir. Horrores que ningún hombre se atrevería a considerar para su causa egoísta, se perpetran con la conciencia tranquila por «altruistas» que se auto-justifican por el bien común.
«EL ÚNICO CAMINO AL MAÑANA» –
Por Ayn Rand
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La mayor amenaza para la humanidad y la civilización es la difusión de la filosofía totalitaria. Su mejor aliado no es la devoción de sus seguidores, sino la confusión de sus enemigos. Para combatirla, hay que entenderla.
Totalitarismo es colectivismo. Colectivismo significa el sometimiento del individuo a un grupo – ya sea a una raza, clase o estado, no importa. El colectivismo sostiene que el hombre debe ser encadenado a la acción colectiva y al pensamiento colectivo en aras de lo que se llama «el bien común.»
A lo largo de la historia, ningún tirano jamás llegó al poder, salvo por la afirmación de representar al «bien común». Napoleón sirvió al «bien común» de Francia. Hitler es «servir al bien común» de Alemania. Horrores que ningún hombre se atrevería a considerar para su causa egoísta, se perpetran con la conciencia tranquila por «altruistas» que se auto-justifican por el bien común.
Ningún tirano ha durado mucho tiempo por la fuerza de las armas solamente. Los hombres han sido esclavizados principalmente por armas espirituales. Y la mayor de ellas es la doctrina colectivista de que la supremacía del Estado sobre el individuo constituye el bien común. Ningún dictador podría ascender al poder si los hombres sostuvieran como una fe sagrada la convicción de que tienen derechos inalienables de los que no pueden ser privados ni por causa alguna, ni por hombre alguno, ni malhechor ni supuesto benefactor.
Este es el principio básico del individualismo, en oposición al colectivismo. El individualismo sostiene que el hombre es una entidad independiente, con un derecho inalienable a la búsqueda de su propia felicidad en una sociedad donde los hombres tratan entre sí como iguales.
El sistema norteamericano se basa en el individualismo. Para que sobreviva, debemos entender los principios del individualismo y mantenerlos como nuestro estándar en cualquier cuestión pública, en todos los temas que nos enfrentamos. Tenemos que tener un credo positivo, una fe clara y consistente.
Tenemos que aprender a rechazar como mal total la concepción de que el bien común es servido por la abolición de los derechos individuales.
La felicidad general no puede ser creada a partir del sufrimiento individual y la auto-inmolación. La única sociedad feliz es aquella de las personas felices. No se puede tener un bosque saludable compuesta de árboles podridos.
El poder de la sociedad debe estar siempre limitado por los derechos básicos inalienables del individuo.
El derecho de libertad se entiende como el derecho del hombre a la acción individual, la elección individual, la iniciativa individual y la propiedad individual. Sin el derecho a la propiedad privada no es posible ninguna acción independiente.
El derecho a la búsqueda de la felicidad significa el derecho del hombre a vivir para sí mismo, de elegir lo que constituye su felicidad personal, propia, privada, y de trabajar para su consecución. Cada individuo es el juez único y definitivo en esta elección. La felicidad de un hombre no puede ser prescripta por otro hombre o por cualquier número de otros hombres.
Estos derechos son la posesión incondicional, personal, privada, individual de cada hombre, que le es otorgada por el mero hecho de su nacimiento y que no requiere de otra sanción. Tal era la concepción de los fundadores de los Estados Unidos, que colocó a los derechos individuales por encima de cada una y de todas las demandas colectivas. La sociedad sólo puede ser un policía de tránsito en la interrelación de los hombres entre sí.
Desde el comienzo de la historia, dos antagonistas se han enfrentado cara a cara, dos tipos opuestos de hombres: el Activo y el Pasivo. El Hombre Activo es el productor, el creador, el iniciador, el individualista. Su necesidad básica es la independencia – con el fin de pensar y trabajar. Él no necesita ni busca el poder sobre otros hombres – ni puede estar forzado a trabajar bajo cualquier forma de coacción. Todo tipo de trabajo bueno – desde colocar ladrillos hasta escribir una sinfonía – es realizado por el Hombre Activo. Los grados de la capacidad humana varían, pero el principio básico sigue siendo el mismo: el grado de independencia de un hombre y el de su iniciativa determinan su talento como un trabajador y su valía como hombre.
El Hombre Pasivo se encuentra en todos los niveles de la sociedad, en mansiones y en los barrios pobres, y su marca de identificación es su temor a la independencia. Éparásito que espera ser atendido por otros,ue desea recibir directivas, obedecer, someterse, ser regulado, que se le diga qué hacer. Acoge el colectivismo, lo que elimina cualquier posibilidad de que pueda pensar o actuar por su propia iniciativa.
Cuando una sociedad se basa en las necesidades del Hombre Pasivo, dicha sociedad destruye al Activo, pero cuando se destruye al Activo, el Pasivo ya no puede ser atendido. Cuando una sociedad se basa en las necesidades del Hombre Activo, éste con su energía lleva a los Pasivos a elevarse a medida que él mismo se eleva y a medida de que la sociedad toda se eleva. Éste ha sido el patrón de comportamiento de todo progreso humano.
Algunos «humanitarios» demandan un Estado colectivo a causa de la piedad que sienten por el incompetente o el Hombre Pasivo. Por el propio bien del Hombre Pasivo desean ponerle un arnés al Activo. Pero el Hombre Activo no puede funcionar con un arnés. Y una vez que se destruye al Hombre Activo, la destrucción del Hombre Pasivo sigue automáticamente . Así que, si la piedad es la primera consideración de los «humanitarios», entonces en nombre de la piedad, si no otra cosa, se debe dejar libre al Hombre Activo para funcionar, con el fin de ayudar al Pasivo. A la larga no hay otra manera de ayudarlos.
La historia de la humanidad es la historia de la lucha entre el Hombre Activo y el Pasivo, entre el individuo y lo colectivo. Los países que han producido los hombres más felices, los más altos estándares de vida y los mayores avances culturales han sido los países donde el poder de lo colectivo – del gobierno, del estado – se limitó y en los que al individuo se le dio libertad de acción independiente. Como ejemplos: el ascenso de Roma, con su concepción de la ley basada en los derechos del ciudadano, sobre la barbarie colectivista de su tiempo. El ascenso de Inglaterra, con un sistema de gobierno basado en la Carta Magna, a diferencia de la colectivista España totalitaria. El ascenso de los Estados Unidos a un grado de progreso sin igual en la historia – por gracia de la libertad individual y la independencia, que su Constitución dio a cada ciudadano en contra de lo colectivo.
Mientras los hombres siguen reflexionando sobre las causas del ascenso y la caída de las civilizaciones, cada página de la historia nos grita lo que es la única fuente de progreso: el hombre individual en acción independiente. Colectivismo es el antiguo principio de la barbarie. Toda la existencia de un salvaje se rige por los líderes de su tribu. Civilización es el proceso de liberar al hombre de los hombres.
Ahora nos enfrentamos a una elección: seguir adelante o volver atrás.
El colectivismo no es el «Nuevo Orden del mañana». Es el orden de un ayer muy oscuro. Pero hay un nuevo orden del mañana. Pertenece al hombre individual – el único creador de cualquier mañana que a la humanidad se le haya alguna vez concedido.
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Título original: «The Only Path To Tomorrow».
Publicado en el Readers Digest, enero de 1944, pag. 88-90
(Primer texto filosófico de Ayn Rand publicado).
(Traducción por Jorge Trucco)