Es cierto lo que decía Erwin Rommel sobre planear algo: «ningún plan sobrevive al contacto con el enemigo».
En cualquier situación hay que tener un plan.
Para mi fue una solución lógica y bastante viable. Casi toda mi vida la he vivido en alineamiento con la pregunta ¿Cuál es el plan?
Si el objetivo es mantener la cordura en estos tiempos tan interesantes en los que vivimos, el plan es sencillo.
Mi terapeuta me recomendó mantener una rutina y aferrarme a ella como un método de prevención de episodios de ansiedad. De ese modo, aunque pocas cosas están bajo control en el mundo, tú puedes mantener un control interno sobre tus acciones, tus pensamientos.
Ahora, para mí fue fácil establecer un horario fijo de actividades para el día a día. Mi trabajo anterior se basaba, principalmente, en realizar tareas de acuerdo a programas muy elaborados. Ahora debía hacer uno para normalizar los ciclos circadianos de mi vida.
Recordé un artículo sobre el estricto régimen de vida y el horario de actividades de Benjamin Franklin y decidí basarme en él. Pero también me di cuenta que debo ir poco a poco. Franklin estaba zafado.
Mi horario comienza a las 7 de la mañana y termina a las 2200. Incluye lectura, socialización, trabajo, ejercicio, actividades artísticas y tiempo en pareja.
Recordé también que, a finales del año pasado compré un calendario de escritorio para llevar un registro de todas las actividades que iba a realizar en este 2020 – si hubiera sabido. Así que me puse a buscarlo. Lo hallé arrumbado en el cajón del escritorio – ese que tengo pendiente por arreglar. Y después de arrancar las hojas desde enero hasta mayo, di comienzo con el plan.
Y es un buen plan. Bien diseñado. Sencillo. Factible.
El primer día el plan fue un éxito. El objetivo principal se cumplió. No me volví loco. Los secundarios también; hice todo lo que me propuse.
Dicen los que saben que cualquier plan es excelente en el papel. Y también tienen muy claro que hay sólo dos cosas que pueden convertir en basura el mejor plan del mundo: el ejecutante y la realidad.
En el segundo día de su ejecución, el plan falló. Por dos razones: El ejecutante soy yo. Y la realidad es algo subjetivo en este contexto.
Pensé que podría mantener el ritmo. Pero no. No daré pretextos ni explicaciones, sólo diré que las capacidades no se alinearon con las intenciones.
Pero vamos en el segundo día. Y estoy seguro que mañana será mejor.
Manden buenas vibras.
Veremos.