Vine a una serie de fiestas en un lejano rincón del México Mágico. No me juzguen si hay mucho material para una crónica.

En el día 2 de mi viaje a un Macondo veracruzano asistimos a la tradición mexicana posmodernista más mexicana y más posmodernista: «una quinceañera».
La famosa quinceañera mexicana es la fiesta que se hace para «presentar en sociedad» a las muchachas que acaban de cumplir 15 años.
Haciendo a un lado todo el contexto sociológico que implica hacer una fiesta para que todos los invitados sepan que tu hija «dejó de ser niña» para «convertirse en mujer», una quinceañera es una muestra de las idiosincrasias que nos han llevado a ser una potencia mundial – al menos en los festejos a las niñas de quince años. Si lo dudan pregunten al papá de Rubí.
Para todos aquellos que no lo conozcan, permítame, estimado lector, querida lectora, el proceso de la fiesta quinceañera:
Primero, la familia de la niña invita a todo el pueblo. Un año antes de la fecha del evento. Así les dan tiempo a todos para prepararse, buscar el vestuario ideal, comprar el regalo perfecto y darle oportunidad a la gente de anticipar, con pláticas de sobremesa, lo buena o mala que será la fiesta.
Después de todo el año, el mero día, por la tarde, se realiza una bonita ceremonia religiosa – dependiendo de la denominación de la familia. Ahora, supongo que es bonita, porque siendo sincero, jamás he ido a una misa o congregación para celebrar una quinceañera. Quizá algún día podamos ir. Hoy no.
Mientras la familia y los amigos están en el templo, los preparativos en el lugar del evento no paran. Para la fiesta de hoy llevan montando la iluminación y los arreglos desde las cinco de la mañana.
La cita en el salón – área comunitaria de eventos, en este caso – es a las 9 de la noche. No saldremos de ahí hasta la mañana del día siguiente.
Ya en el evento, el encargado de la conducción del mismo – maestro de ceremonias, le dicen – comienza por presentar a la festejada, da un emotivo discurso e introduce a la multitud congregada a lo que sigue: el último vals de la niña y el primero de la mujer. Básicamente es para anunciar que la niña ya puede ser cortejada por los hombres del pueblo ¿Estamos todos conformes con el machismo de la bonita tradición? ¿No?
Ok.

Un detalle importante que se debe tomar en cuenta para determinar el nivel de la calidad la fiesta – siempre calificado por las señoras chismosas que se la pasan criticando todo – es el grupo musical. En este caso fueron los de «40Grados», bien conocidos en la zona por su versatilidad en las interpretaciones (sus éxitos son «canciones» del rango de Strauss hasta Queen, los Angeles Azules y la Sonora Santanera, entre otros más o menos conocidos). Son famosos por sus grandes presentaciones en, sí, adivinaron, quinceañeras. Llevan tres presentaciones en los últimos tres días. En tres distintas quinceañeras, en el mismo lugar del mismo pueblo. Con el mismo repertorio. Pero lo importante es que tocan bien.
Después viene la cena. Hubo lomo de puerco en salsa de habanero, con pasta. Delicioso. Y suficiente para los 530 invitados con boleto. E incluso para alimentar a los gorrones sin boleto.
Y luego viene el baile.
He descubierto que lo más importante en una fiesta mexicana es saber bailar. O al menos intentarlo. El tiempo vuela cuando uno está bailando.
Es de buena educación retirarse a una hora temprana, entre la una y las tres de la mañana. Pero es de mejor educación irse hasta que termine la fiesta.
Bailé hasta las cinco de la mañana. Dejé de hacerlo porque mis pies dejaron de reaccionar a los estímulos externos. Es importante tener unos zapatos cómodos y amoldados previamente para los bailes. Más de una vez, la danza ha terminado debido a los reventones, ya sea de chancla o de ampolla en el pie. Mis zapatos ya están graduados en la materia de danza popular.
Cuando la fiesta termina, todo vuelve a la normalidad. Al menos por doce horas, en las que vuelve a iniciar el proceso para la siguiente fiesta en el pueblo.
Uno duerme hasta pasado el mediodía, desayuna algo rico, en sabor y carbohidratos. Se baña y vuelve a prepararse para la siguiente noche. Ya llevo dos. Me faltan dos más.
Comienzo a sospechar algunas cosas. Pero esas se las cuento en la siguiente entrada.
Veremos.
* * * * *
Texto y fotos: Rogelio Rivera Melo.
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