Por Rogelio Rivera Melo.
Dicen que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad. Y en NewYork ni unos ni otros quieren a Donald Trump.
Subo al camión en la ruta que va por la 5a Avenida, desde la calle 86 hasta la 34.
Es la hora de la salida de la escuela, así que detrás de mi suben cinco o seis mujeres con sus respectivos vástagos. No son personas de clase baja. A pesar de lo que se ve en las películas de Hollywood, no se puede ser de la clase baja si llevas a tus hijos a una escuela primaria ubicada a la altura de medio Central Park de Manhattan.
Uno de los niños le pregunta a su madre sobre el desfile que hubo frente a la Trump Tower. «No fue un desfile, fue una protesta», contesta la mujer con preocupación en los ojos. «¿Y cuál fue la razón de ese disturbio?», expresa el chamaco inquisidor. «Oh, no. No fue un disturbio. Estaban maniféstandose». La mujer nos mira a todos de reojo.
El camión nos lleva hasta el frente de la torre de Trump. El chamaquito la mira por la ventana y suelta un «Mommy, I hate Trump». La mamá, nerviosa, le espeta un «Tommy, you are not allowed to say that!»
Pero por las sonrisas que se dibujan en los rostros de todos los que nos encontramos alrededor, sabemos que el apoyo a la expresión del niño es unánime. También nosotros odiamos a Donald.
Lo siento, Donald, en New York la gente no te quiere. Ni en México. Y es bueno que, incluso los niños, lo digan. Así que vete haciendo a la idea.
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