Por Rogelio Rivera Melo.
Hace 100 años, el imperio más poderoso de Europa le hizo un ofrecimiento a México: «destripemos juntos a los Estados Unidos».
El 16 de enero de 1917, un ministro prusiano de bigotes engominados redactaba en su despacho de Berlín, Alemania, un telegrama para su subordinado en la Ciudad de México. Por su importancia, primero lo envió a los Estados Unidos y luego ordenó que fuera retransmitido a Dinamarca, de ahí a Inglaterra y posteriormente a su destino final. Ese telegrama pasaría a la historia como uno de los documentos más influyentes en los acontecimientos mundiales del siglo XX.
En la misiva, el ministro de relaciones exteriores de Alemania, Arthur Zimmermann, daba instrucciones a Heinrich von Eckardt, su embajador en México para ofrecer un acuerdo a Venustiano Carranza, presidente de México: declarar la guerra a los Estados Unidos.
El texto del telegrama es el siguiente:
- Nos proponemos comenzar el primero de febrero la guerra submarina, sin restricción. No obstante, nos esforzaremos para mantener la neutralidad de los Estados Unidos de América.
- En caso de no tener éxito, proponemos a México una alianza sobre las siguientes bases: hacer juntos la guerra, declarar juntos la paz; aportaremos abundante ayuda financiera; y el entendimiento por nuestra parte de que México ha de reconquistar el territorio perdido en Nuevo México, Texas y Arizona. Los detalles del acuerdo quedan a su discreción [de Von Eckardt].
- Queda usted encargado de informar al presidente [de México] de todo lo antedicho, de la forma más secreta posible, tan pronto como el estallido de la guerra con los Estados Unidos de América sea un hecho seguro. Debe además sugerirle que tome la iniciativa de invitar a Japón a adherirse de forma inmediata a este plan, ofreciéndose al mismo tiempo como mediador entre Japón y nosotros.
- Haga notar al Presidente que el uso despiadado de nuestros submarinos ya hace previsible que Inglaterra se vea obligada a pedir la paz en los próximos meses.
En 1917, con la guerra en Europa estancada en las trincheras de Francia, los estrategas alemanes sabían que era cuestión de tiempo para que los ingleses y los franceses sucumbieran ante la guerra de desgaste, pero sabían que la balanza podía inclinarse hacia los aliados si entraba a la ecuación el poder industrial y económico de los Estados Unidos – país cuyo presidente Woodrow Wilson no se decidía a entrar de pleno a la guerra europea.
Con el envío del telegrama, Zimmermann buscaba el apoyo de una nación americana que si declaraba la guerra a los Estados Unidos , por su vecindad geográfica, estaba en condiciones de mantener a aquel país ocupado y, por ende, fuera de la zona de influencia del Imperio Austro-Húngaro.
El embajador von Eckardt se acercó al gobierno de Carranza a través del Secretario de Relaciones Exteriores Cándido Aguilar, quien llevó el ofrecimiento a un presidente que aún no se consolidaba. Aún habiendo sido jefe del Poder Ejecutivo desde 1914, cuando recibió el telegrama de Zimmermann, don Venustiano tenía dos o tres conflictos entre manos: la nueva Constitución política de un país dividido (otra vez) por las luchas internas, la invasión del territorio nacional por una fuerza extranjera dirigida por el estadounidense Pershing para capturar a Pancho Villa y los conflictos del gobierno contra las fuerzas de Emiliano Zapata en el sur y las de Villa en el norte.
Supongo que la oferta debió haber sorprendido a Venustiano Carranza. Quizá se viera tentado a aceptar la ayuda de Alemania y de Japón – si pudieran convencerlo de unirse al plan. De hecho, ordenó que se formara un comité militar para analizar los pros y los contras del ofrecimiento. Pero para el momento en que el presidente con barbas de chivo se enteraba del asunto, muchas otras personas sabían de lo que se trataba.
Si algo hacen bien los ingleses es arreglárselas para leer la correspondencia secreta de los alemanes. Para el 17 de enero, los militares británicos ya habían descifrado el texto del mensaje. Como no podían revelar al mundo lo que sabían – se hubiera descubierto que tenían acceso a los códigos de comunicación alemanes – los ingleses urdieron un plan para hacer que los estadounidenses conocieran los deseos de don Zimmermann: robarían una copia del telegrama en la oficina de correos de la Ciudad de México y entregarían los códigos a los diplomáticos de E.U.A para que, por sí mismos, descubrieran cuáles eran las intenciones del Káiser Willhelm. Ante esto, Carranza tuvo que decir a los alemanes «No, gracias».
Los ingleses entregaron el texto en la embajada estadounidense de Londres el 19 de enero. Cinco días después, el presidente Wilson recibía la noticia en Washington D.C. Para el 28 de febrero, todos los periódicos del país publicaban el hecho. Estados Unidos declaró la guerra a Alemania el 6 de abril de 1917.
La estratagema de Zimmermann no resultó como se había planeado.
Aunque no estuviera muy de acuerdo con la caótica situación imperante en la política mexicana, el gobierno de Wilson reconocía que no podía darse el lujo de tener un frente de batalla en su frontera sur. Así que como consecuencia del telegrama, Estados Unidos otorga el reconocimiento oficial al gobierno de Carranza en agosto de 1917. También sacó de México al general Pershing y lo mandó a Europa como comandante en jefe de las fuerzas estadounidenses en la Gran Guerra.
Los alemanes perdieron.
Los militares mexicanos siguieron luchando, más bien matándose entre ellos (Carranza, Villa, Zapata, Ángeles, Obregón… todos los líderes acabaron muertos) por «la revolución» hasta 1928, año en que Plutarco Elías Calles aseguró que había terminado la época de los caudillos, pero que la revolución continuaba. Se supone que aún sigue. No la veo por ningún lado.
Esta historia de intriga internacional, espionaje y acción nos demuestra la importancia geopolítica que tiene México, acrecentada, sin duda, por su ubicación estratégica bajo el vientre del enemigo del mundo (pregúntenle a Donald Trump). Y eso es algo que los propios mexicanos no entendemos. A los Estados Unidos siempre le ha interesado mantener a nuestro país sumergido en una rara simbiosis con ellos mismos. Por años, México ha sido una especie de escudo que protege – bajo las órdenes del vecino norteño – una de las fronteras más transitadas -de manera ilegal – del mundo. Los demás países lo saben. Y aunque es una molestia vivir bajo la panza blanda del dragón, alguna ventaja debe de tener. Espero que aún exista.
Veremos.
Quiero aceptar que estamos bajo la panza de algún monstruo, pero no es un dragón, creo que es un cerdo volador o algo así.
Saludos.
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