Si estás ayudando a alguien, no permitas que te cuestionen hasta que termines. Quizá esa ayuda sea la única diferencia.

Estrellas de mar.
Todos los días por la mañana, antes de ir a trabajar, un hombre caminaba a lo largo de la playa.
Un día, cuando iba sobre la arena, observó a lo lejos una pequeña figura humana que se afanaba en realizar algún tipo de ritual. Curioso, se acercó para ver de qué se trataba.
Cuando estuvo más cerca, se dio cuenta de que lo que había visto, era un muchacho que levantaba algo que estaba en la arena, lo lanzaba al mar y volvía rápidamente por algo más para también lanzarlo al agua.
“Buenos días», saludó el caminante. «¿Qué es lo que haces, muchacho?»
El otro, sin detenerse, miró al hombre y le contestó «Regreso estas estrellas al mar», al tiempo que lanzaba al agua la que traía en la mano. «El sol no tarda en calentar y la marea se está alejando. Si no las devuelvo, van a morir».
El hombre miró la gran cantidad de estrella de mar que había diseminadas por toda la costa, afuera del agua. «Hijo, ¿ya te diste cuenta de que hay kilómetros y kilómetros de costa? ¿Crees que lo que haces de verdad importa?»
El muchacho caminó hacia la arena, recogió otra estrella de mar, la lanzó al océano y miró al hombre. «A esa estrella sí que le importó».
+ + + + + + + + + +
Nunca dejes de ayudar a alguien cada vez que puedas. Quizá seas la única persona en el mundo de la que reciba ayuda. Y esa ayuda puede ser la diferencia.
Veremos.