Por Rogelio Rivera Melo.
Esta es una obra en tres actos. No es una novedad. Ni siquiera es un trabajo original. De hecho es el enésimo remake de la enésima versión de una trillada porquería… Pero, eso sí, es muy popular.
«La poquita violencia».
Primer Acto.
Se abre el telón.
Él sale de escena, impetuoso. Ella llora.
Ella, al público, a sus padres, a sus amigos, a quien quiera escucharla: «Me preocupa que sea tan violento. Se puso mal, actuó como loco porque yo sentía celos cuando otras mujeres le hablaban. Me dio miedo. No puedo vivir así. Ya lo dejé. Me fui de la casa y regresé con mis papás. Tengo que darme mi lugar como mujer. Yo valgo mucho y no merezco esto».
Ella sale de escena.
Se cierra el telón.
Segundo Acto.
Se abre el telón.
Ella entra al escenario. Se le mira esperanzada. Él ríe tras bambalinas (todos lo vemos menos ella).
Ella, al público, a sus padres, a sus amigos, a quien quiera escucharla: «Ya hablé con él. Lo platicamos. Ambos vamos que cambiar. Iremos a un curso. Nos daremos otra oportunidad. Sólo fue un empujón. Yo lo provoqué. Lo harté con mi inseguridad. Ya no va a pasar otra vez. Todos tenemos el derecho a equivocarnos. Vamos a ver como se dan las cosas».
Tercer Acto.
Se abre el telón.
Ambos están en el escenario. Suena música suave. Ella, en silencio, lo abraza. Él, en silencio, la abrasa.
Y vivieron felices… ¿por siempre?
Se cierra el telón/ataúd.
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Tragedia, comedia o historia de terror.
¿Tú como crees que termine?
Veremos.