Por Rogelio Rivera Melo.
Me preocupé bastante cuando leí que aquellos que beben café negro podrían ser psicópatas. Después reflexioné…

El café debe ser…
Soy una persona que despierta contenta por las mañanas. De verdad. Las raras ocasiones en las que no quiero levantarme de la cama es cuando afuera hace mucho frío y bajo las sábanas existe la promesa de un empierne que eleve la gélida temperatura exterior.
Pero por más buen humor que despliegue al despertar, mi día simplemente no puede comenzar si no bebo una taza de café. Recién preparado. Negro.
En un día normal, «una taza» es casi un litro de ese elixir maravilloso, ese arrancador de sonrisas, ese combustible para la vida.
Digamos que sin mi café, simplemente no funciono.
El día de hoy, mientras bebía el primero del día, me preocupé cuando leí que, de acuerdo con un estudio realizado por la profesora Christina Sagioglou, en la Universidad de Innsbruck, en Austria, las personas que beben café negro podrían ser psicópatas.
En realidad el estudio dice que aquellas personas que tienen una preferencia por los sabores amargos en sus alimentos y bebidas pueden demostrar rasgos de personalidad maléfica como maquiavelismo, sadismo y narcisismo.
Y entonces, mientras rellenaba la taza con el aromático líquido negro, reflexioné. Y, con una sonrisa dibujada en mi rostro, pensé: Los que deberían preocuparse son los que lo beben con azúcar.
Veremos.
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