Por Rogelio Rivera Melo.
¿Ya les conté de la noche cuando evité que Leo Messi anotara uno de sus famosos goles?
La cosa estaba así:
El Camp Nou lucía radiante. Esa noche estaba bellamente iluminado y lleno hasta el tope. El público cantaba y vitoreaba a su gran equipo.
El FC Barcelona está en el campo con todas sus estrellas. Veo a Xavi, a Piqué, a Iniesta. Váldes está en la portería sonriendo con la confianza de quien sabe que esta noche no habrá mucho por lo que deba preocuparse.
Ver a este talentoso grupo de jugadores es un sueño. Así como lo es la impresionante manera en la que juegan al fútbol. Para nosotros, el equipo contrario, los blaugrana son las partes de una máquina que combina la belleza con la potencia. Sabemos que sólo un milagro haría que ganáramos este juego. Somos concientes de que cualquier equipo sufrirá para no ser humillados en un partido contra ellos.
Con ingenua valentía, dentro de mi cabeza me repito que podemos hacerlo. Y si no fuera así, es un gran honor perder contra este equipo.
Comienza el partido. Yo estoy en la defensa. En el sector izquierdo.
Con desesperación veo cómo los catalanes tocan el balón. Mis compañeros dan batalla. Intentan recuperar ese redondo objeto del deseo pero es imposible. Todos nuestros esfuerzos de poco sirven.
A la distancia veo como Pedro manda un pase, de más de 25 metros, a Leo Messi.
El argentino, tras una finta espectacular, sobre el defensor central, se dispone a tirar a gol. El otro defensa, en un intento desesperado por salvar nuestra portería, estira la pierna hacia atrás… El grande, increíble, majestuoso Diez del Barcelona lo dribla sin despeinarse. Puedo verlo sonreír. Ya saborea su anotación.
Es Messi. Será gol y todo el estadio lo sabe… El mundo entero.
Corro hacia él. Soy el último defensa. Siento desesperación.
Un instante antes de que el botín de Leo golpee el balón, con inhumano esfuerzo, logro alcanzarlo. Estiro la pierna para detener la bola. No quiero cometer falta dentro del área. Pero no me amilano. Será lo que deba ser. Pateo para despejar.
Justo a tiempo.
En la tribuna se escucha a la multitud enardecida… Con furia reclaman mi intervención…
Soñar que uno juega fútbol contra Messi y sus secuaces es emocionante hasta le sueltas una patada a la persona con la que duermes y te despiertan a gritos.
Pero no fue gol. Quizá fuera penal. Pero no gol.
Muy bueno Roy, checate este video http://www.youtube.com/watch?v=Me89PyzZhdQ
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No exageres, no te desperté a gritos. 😀
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