Hay días en que uno no se reconoce. Pero luego llega el momento en que, de pronto, todas las piezas se vuelven a acomodar.

Llevaba un buen rato sin entender qué es lo que me estaba pasando. Pero definitivamente uno sabe cuando las cosas no están bien.
Hoy platiqué con una terapeuta amiga de madre. Hablamos de apegos que no son saludables, de situaciones personales a las que no estoy poniendo la suficiente atención, de una falta de autoestima y cuidados.
Llevó las cosas de un modo en que tuve que enfrentarme a mi mismo.
Y en un momento dado me hizo una pregunta difícil. Una que jamás pensé que tendría que responder porque siempre di por hecho que la respuesta era sí.
Si tú te preguntaras «¿En verdad me quieres?», cuál sería tu respuesta.
Y darme cuenta de lo poco que me he preocupado por mi mismo, me cayó como un balde de agua helada.
Debí pedirme perdón.
Por anteponer la felicidad, el bienestar y la alegría de los demás por encima de la mía.
Por negarme a los placeres y a las cosas que me gustan, a mis antojos, a mis momentos de soledad.
En algún momento dejé que las circunstancias y las situaciones de la vida me arrastraran a un pozo oscuro en el que mi energía vital se vio opacada por las preocupaciones y el marasmo de lo malo que nos rodea.
¿En qué maldito momento el mejor dotado de los conductores suicidas se dejó atrapar en un callejón sin salida?
Y sucedió. Así, de súbito, me di cuenta que desde hace un par de meses no era yo mismo. O sea, sí era yo, pero era una faceta de mi que no conocía. Y lo reconozco, no me sentía incómodo viviendo en ella. Era como una pesada armadura bajo la que pretendía esconderme y la que se suponía debía protegerme, y a todos los que amo, de los mil peligros que esta vida entraña.
Pero tanto peso me estaba haciendo daño. Y a los demás también.
Y entonces mi otra parte, esa que está brillando en la parte oscura me hizo un recordatorio. De Rogelio Rivera Melo Patiño a Rogelio Rivera Melo Patiño: «Somos fuertes. Y vamos a triunfar. Quizá no del modo en que tengamos que demostrar al mundo que somos los mejores en todo lo que hacemos. Pero sí siendo los mejores en muchas otras cosas importantes para nosotros«.
Y con eso me quedo hoy. Aceptando que no soy invencible, que soy falible e imperfecto. Pero que tengo un gran equipo a mi lado, un grupo que me hace sentir seguro aún en estos tiempos.
Sé que juntos vamos a salir adelante. Que no nos vamos a rendir sin dar batalla. Aunque tengamos que retroceder y curar nuestras heridas primero. Saldremos más fuertes que cuando empezamos.
Y habiendo vivido esto que les cuento, les ofrezco estar ahí. Aunque no haya estado antes. Porque lo que importa no es lo que pasó, sino lo que viene.
Hoy ya estamos de vuelta. Y aquí estamos para cumplir con nuestros destinos.
Aunque no tengamos un plan, siempre podemos decir «Veremos».
Veremos.