Cuando un conocido mío era pequeño, la mujer que trabajaba como su niñera tenía gustos musicales ad hoc a la época. A la señora le gustaba un cantante llamado Rigo Tovar. Aprovechando las ausencias de los padres de mi amigo le ponía lentes negros, y escuchando la música del artista, vocalista de un grupo llamado «La Costa Azul», lo hacía bailar y cantar al ritmo tropicoso.
Hoy, treinta años después, mi amigo me cuenta que incluso tiene su canción favorita de don Rigo Tovar…
Yo ni siquiera puedo imaginar la cantidad – y la calidad – de los traumas que puede tener alguien a quien sometieron a tal vilipendio. Pero él – mi amigo – es feliz. Aún se le puede ver cantando – e incluso bailando – los éxitos de aquel ícono musical legendario.