Déficit de atención.
Una conocida mía sufre cada vez que se sienta frente a la computadora de su escritorio laboral. La razón de su malestar es algo común. No tiene idea de qué hacer primero. Observa los pegotitos de colores con anotaciones tratando de discernir cuál será el más urgente. Lee el primero y decide empezar por ahí. Pero su vista salta al siguiente. Y al siguiente. Quizá sea mejor comenzar haciendo lo que está garabateado en el quinto papelito – ese que está adherido a la parte superior de la pantalla de su ordenador. Pero tal vez sea más conveniente terminar con lo que está escrito en el segundo. ¿O no?
Enciende la computadora. Se conecta al internet. Teclea en Google «Test para determinar si se padece el Síndrome de Déficit de Atención». Lee la pregunta número uno. La contesta. Sigue con la número dos, la tres, la cuatro… hasta que termina el test. Se siente feliz porque no padece ese mal tan dañino. Sonríe mientras piensa «¿en qué estaba?»