Diálogo contra Fanatismo.

Por Rogelio Rivera Melo.

Hace un par de semanas, el joven filósofo y académico Jesús Eduardo Vázquez expresó su interés en mantener un intercambio de ideas como un ejercicio de reflexión y diálogo. En un acuerdo mutuo, establecimos comenzar un diálogo semanal sobre diversos tópicos empleando nuestros respectivos blogs:  «Existencia y Sentido» de Jesús Eduardo, y  éste, «Heroísmo Agonizante 101».

La semana pasada dimos inicio a esta actividad. Insté a Jesús Eduardo para que escribiera sobre el tema de su elección, uno que le pareciera conveniente e interesante. Pueden leer su texto inicial en https://existenciaysentido.wordpress.com/2016/01/22/comencemos/

El siguiente escrito es mi respuesta:

Estimado Eduardo:

Inicio este texto con agradecimiento por la invitación que me hiciste para unirme a esta discusión de ideas que espero sea tan fructífera como interesante. También me siento halagado por que hayas aceptado que este intercambio se haga público de manera semanal empleando nuestros respectivos blogs.

Aplaudo la elección que haces del primer tema sobre el que nos centraremos en este ejercicio: “El diálogo como método para erradicar el fanatismo”; el anterior es un tópico que me parece pertinente y actual debido a las múltiples demostraciones de fundamentalismo que, a nivel mundial, se llevan a cabo con consecuencias funestas.

En tu texto de apertura estableces la definición de fanatismo como la desmedida tenacidad y pasión sobre creencias u opiniones, de tal manera que ese apasionamiento causa una ceguera en las personas. Estoy de acuerdo en emplear esa definición. Empero, difiero de tu proposición en la que enuncias que el fanatismo sea un tipo de ceguera física que acorta el horizonte visual de quien lo practica. En lugar de un corto alcance visual, el fanático percibe más las cosas como si empleara un telescopio de largo alcance, que magnifica algún punto determinad y lo agranda hasta que no le permite ver lo demás, dándole una especie de visión de túnel. Parcial, exagerada e incompleta.

También manifiestas que las personas que se encuentran encerradas dentro de sus propias ideas en algún momento atentarán en contra de la unidad social. Por desgracia, el estudio de la historia demuestra que, de manera más frecuente que rara, el fanatismo se convierte por la acción multiplicadora en un caldo de cultivo que fermenta de manera tal que las ideas opuestas a él son las que atentan en contra de la unidad de una sociedad.

Dado lo anterior puedo decir que el fanatismo es un fenómeno social que, puesto en perspectiva y analizado de manera concreta, siempre ha estado presente en cada una de las etapas históricas de la humanidad, bajo la premisa de la otredad: El malo, el raro, el equivocado, es el otro. Yo estoy en lo correcto y el mal debe ser erradicado.

Coincido contigo en la premisa de que la unidad social debe de buscarse por ética, como mínimo. Pero la Historia nos muestra incontables casos de violencia desencadenados por la falta de acuerdo mutuo entre elementos sociales, sean individuos, pueblos, naciones o alianzas. El fanatismo no es la excepción a la regla. De hecho, es la constante sociológica que se presenta en todos los ámbitos y niveles de la sociedad.

El diálogo, querido amigo, es la rareza histórica. Una que pocas veces ha sido tomada en cuenta como la solución a los problemas y diferencias. Es más fuerte la cerrazón que se manifiesta en el contacto humano a través de las creencias, las ideologías y las tradiciones, desde el inicio mismo de la convivencia social.

A través de los tiempos, algunas corrientes filosóficas han buscado materializar y priorizar una comunicación enriquecedora que haga a un lado las manifestaciones personales en busca de una sociedad plena en su conjunto. Pero también existen aristas de la filosofía y la sociología que hacen una apología de la individualidad para el perfeccionamiento de la humanidad. ¿Quién puede decir cuál es la vertiente correcta?

Considero que cualquier tipo de fanatismo es tan nocivo como cualquier otro y que el único medio para erradicarlo es el diálogo entre iguales, como método de comunicación en el que se manifieste la expresión de una mente y donde otra la escuche, la analice y la valide o la refute. Pero, paradójicamente, esa naturaleza equitativa del diálogo es la causa principal de su fracaso ante el fanatismo.

En una sociedad que permite la libre expresión, el fundamentalista encuentra un foro en la que puede manifestarse con total confianza, sin temor a ser reprimido, incluso si su discurso es uno que manifieste la visión alterada que tiene de la realidad. Ese es el verdadero riesgo que encarna el fanatismo ante la libertad de expresión. Ésta se vuelve un terreno fértil preparado para sembrar y del que seguramente cosechará algo, por pequeño que sea.

Esta peligrosidad radica en apelar a miles de personas que, en situaciones específicas, pueden retomar y multiplicar los conceptos esgrimidos por un fanático inicial, háciendolos suyos y reproduciéndolos como dogma, principio, verdad o ley. Hay muchos ejemplos de este tipo de comportamiento social, sobre todo en los campos de la religión y de la sociología de masas. 

La elección ética sería buscar la inclusión de los partidarios de una causa –de todas las causas– en el sano diálogo e intercambio de ideas. Pero dentro de una sociedad en la que no existe una normatividad intrínseca para ajustarse al bien común, se asume el conflicto como método para la imposición del punto de vista personal: convencer por las buenas o por las malas.

Los fanáticos no están dispuestos a situarse dentro de un marco que se rija por el compromiso implícito que conlleva el diálogo. A fin de cuentas, según ellos, tienen la razón y no demuestran el menor interés en cambiar de opinión. Sin embargo, exigen y encaminan sus esfuerzos para que los demás cambien y que se ajusten a lo que ellos consideran correcto. Esas acciones pocas veces están inmersas en un diálogo civilizado. 

Y aquí es donde quisiera utilizar como carnada una par de preguntas a fin de que las mentes racionales que esto leen, se lancen sobre ellas como cazadores sobre la presa:

¿Cuál es el modo para incluir a los fanáticos de una causa –cualquiera que ésta sea– en un diálogo en el que no desean ser incluídos? ¿Existe alguno?

Esa es la cuestión para el siguiente texto. Y espero con interés tu respuesta.

Saludos.

Rogelio Rivera Melo.

DIVERSIDAD

Diversidad- N.Y. 2013 (RogelioRiveraMelo para H.A.101)

 

 

 

Categorías: 2016, Filosofía, Retórica de lo Trivial | 1 comentario

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